Comenzamos con esta novela de Faulkner: «Sabía que alguna vez tendría que levantarse, así como toda vida consiste en tener que levantarse tarde o temprano y luego tener que volver a acostarse, tarde o temprano, al cabo de un tiempo. Y no estaba exactamente exhausto ni particularmente desesperado y no temía especialmente levantarse. Simplemente le parecía que se había visto atrapado accidentalmente en una situación en la que el tiempo y el entorno, no él mismo, estaban hipnotizados; una corriente de agua que no iba a ninguna parte jugaba con él, bajo un día que no declinaría hacia la noche; cuando terminara con él, lo arrojaría de regreso al mundo por lo menos seguro del que había sido arrebatado violentamente y, mientras tanto, no importaba mucho lo que hiciera o dejara de hacer».
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Luego encontramos «Árbol» de la ensayista y novelista japonesa Aya Kōda. No he visto una traducción de este libro pero leí que «habla de que aquel corazón que admire los árboles y las flores tiene una gran ventaja, porque admirar los árboles nutre el alma».
Aquí es donde traería a cuento la actividad favorita del protagonista: mirar la luz a través de la sombra o, mejor, a través de las hojas de los árboles.
Sobre esa luz, o komorebi, se agrega al final de la película que es un evento único. Por eso es lo primero que busca el hombre con su mirada cuando sale de casa.
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Y ya que estamos en la sección de sombras, pensé en este libro aunque no salga en la película. Dice: «si no fuera por las sombras, no habría belleza».
Finalmente se referencia este libro, en especial el primer cuento, «Tortuga», relacionado con la situación entre la sobrina con su hermana.
Aquí queda el cuento La Tortuga, de Highsmith: